Estimada: infinitas gracias por los momentos mágicos (negros y blancos), hermosa vampira de la margen izquierda de las películas de terror con chicas lindas e impronta surrealista. Mario Bava, estuvo bien, fue el troesma; Darío Argento, en ocasiones, estuvo genial. Pero Jean Rollin, el bueno, el zurdo de Rollin, te tuvo a vos, Franca.
Todavía te veo (y es literal) con colmillos, de extremista, de prostituta. Me encantas igual que antes. Todavía me fascina tu militancia, tu figura darky, tu cara.
El otro día me enteré que hace poco te las picaste para la otra vida. Claro, esa es la versión oficial: vos sos vampira... y todos sabemos lo que dura un ejemplar de esa especie. Y yo, siempre llegando tarde, recién ahora me entero que, además, escribiste 7 novelas, y que cuando se te estaban agotando las pilas en la carcasa humana, te pusiste a hacer unos videos con tu hermano músico y tu hija. Y a esa productora experimental, le pusiste Fuck la mort.
De una, Franca. De una.
El niño que se enamoró de tu imagen en la pantalla, te saluda
Merci beaucoup, Franca Mai
Crescendo (extracto)
Ellos
son como son.
Tienen flores en sus bocas que se abren y
cierran de nada. Los labios húmedos se destacan, parsimoniosos, luego de la explosión
de risa del viento, entreviendo pequeños dientes nacarados, algunas fisuras. Sus
pensamientos derruidos los colocan en un sueño ligero o profundo, todo depende
de la velocidad del tren.
Las distancias son largas a veces…
Y a menudo se ofrecen a mi mirada. Es por
esa razón que me gusta tanto viajar. En realidad no tengo a donde ir, me dejo
llevar por mis arranques; tickets arrugados en el bolsillo, para el acceso a carriles
desconocidos o hacer el trayecto en el sentido contrario. Todo depende de mi
estado de ánimo. Siempre la tengo difícil para identificar lo que va a
satisfacer mis caprichos; el jardín es tan grande, tan colorido, tan prometedor...
Y todas esas bocas barnizadas, laqueadas, desgarrándose
por la mitad, en oferta…
A veces, se telescopean en pétalos
venenosos, dando paso a un enorme agujero muy húmedo en el que no puedo
encontrar mi lugar.
Demasiado amplio.
Cuando me viene esta sensación, me pongo
furiosa. El sudor moja mi cuerpo, adhiriendo el pantalón a mi piel,
dificultando mi andar. Debo calmar mis nervios entre dos vagones; que no se me
olvide el placer sagrado y este no sea un viaje para nada.
No me gusta perder mi semilla.
de Crescendo, novela de Franca Mai