domingo, 6 de noviembre de 2011


handball


1, comprar:

Sonría lo estamos filmando. Lo estoy leyendo. Es viernes, y para cuando llegue el lunes, voy a estar muerto. No tengo ganas de sonreír, menos cuando me lo piden. Aunque a mis progenitores no les guste, a mí me encanta pensar en mí como una isla con alambre de púas: mis palabras haciendo de púas, en frases con la maleabilidad del alambre. Yo vivo en Esparta, sólo me traen muy de vez en cuando a esta lacia Atenas.

Me están por comprar una campera gruesa para el invierno. No me gusta ninguna de las que me mostraron hasta ahora. El vendedor tiene ojeras y está un poco amarillo, parece que no tuviera ganas de que mis padres compren la campera. Ganas de nada, eso sí parece tener. Tiene más cara de querer que nos vayamos. No pasó un buen día, ni una buena vida. Está flaco, ya no es joven, seguro que dentro de poco lo echan y lo reemplazan por una chica joven y linda, uno de esos ejemplares rubios, o morochos de ojos claros, un animal hermoso. No sé cómo no lo hicieron todavía. Está eliminado, con mis rayos rábicos: ahora. Les voy a decir que me gusta cualquier campera, la primera que me muestren a partir de ahora. Y listo. Es mejor que seguir toda la tarde metiéndome a esos probadores, de negocio en negocio, preguntando si trabajan con la tarjeta de crédito que tienen mis padres. De seis comercios especializados en la venta de ropa y accesorios que recorrimos, solamente dos tenían convenio con la tarjeta de mis padres. Nuestro crédito es vergonzoso.

Es roja, con los cierres verde musgo, cinco bolsillos en total. O quizá es un poco anaranjada... Acabo de decidir que para mí es roja, y listo. Tiene pinta de ser de buena calidad, eso quiere decir que me va a acompañar por unos cuantos inviernos, eso habrán pensado mis progenitores. No soy de cambiar campera seguido. Nadie en mi familia lo hace. Baste un ejemplo: mi papá tiene la misma campera negra de cuero desde que nací, o antes.

Nuestro tour de compras no termina todavía. Faltan los patines para mi hermana y el celular para mi hermano. O al revés, no me acuerdo. Talvez una bicicleta. Un MP4 para mamá: para escuchar la música del joven mártir, Fruel Miloo, ese infeliz cara de animal degollado, pacotilla crística. Me fastidio rápido, lo admito, siento unas ganas terribles de molestar al mundo cuando esto pasa. La separación es displasentera, eso me motiva. Cómo gozo, me hundo, me separo del entramado este, mundo que le dicen.

Pregunto una vez más, exponiéndome al castigo habitual por insistencia (es decir, la lectura de Aquino Zambrano durante, mínimo, tres horas): ¿Qué de la compra del juego Krial, qué con lo que habíamos hablado la otra noche después de comer la comida verde (espantosa) que le gusta a mamá? Mis preguntas demoran suspendidas en el éter que me separaba de mis progenitores apenas unos segundos. Ya está, lo dije, pregunté.

Si, no te creas que nos olvidamos, dice papá desde su altura de mobiliario. Hablamos con tu madre y creemos que no hay ningún problema, vamos a comprarte el juego, indicános donde es que lo venden.

Es una caja pequeña, cuadrada, un cubo seria lo correcto para decir, de color metalizado pero sin brillo; parece una fundición del medioevo. El manual de instrucciones no merece llamarse así, dice papá, con cara de que ya se empezó a enojar (papá se enoja fácil, como mi hermana. Yo no me enojo: yo me fastidio). No se entiende absolutamente nada, dice. Y eso que está en el idioma que hablamos, claro. Pero papá se refiere a otra cosa. Lo único que comprendemos hasta ahora, por un obvio cable negro que sale desde uno de los costados inferiores de la caja, es que se enchufa al tendido eléctrico. El Krial es un juego eléctrico. Eso, ni yo lo sabía. En el sitio de Internet por el que me enteré de la existencia del juego y cómo hacer para conseguirlo, no daban demasiados datos.

En otro lugar de la casa mi hermana y mi hermano alimentaban, transfiriendo fondos vía La Red desde sus cuentas bancarias, a un africanito huérfano del sida, o de la guerra, es probable que de ambos jinetes del Apocalipsis juntos. Todo sucedía en tiempo real. Y lo veían (al africanito, tal vez de Ruanda, o de Chad, tal vez etíope, ¿somalí?) en un pequeño recuadro a la derecha de la pantalla, mientras el resto de la pantalla mostraba a cinco tipos forrados en vinilo tocando un horripilante enredo de sonidos para miles de personas, sobre todo jóvenes (el ser más fácil de embaucar del mundo). Todo en tiempo real. Ultra-realidad, já. Nada de gracia. Es un juego extraño, al menos para mí.

La época de mi nacimiento constituía un desfasaje, una tierra de nadie en el desarrollo de la historia. Si bien yo era el mayor de los hermanos, parecía el menor en adaptación al entorno bio-tecnológico. Yo era de otra época. Lo que ellos hacían en red, por lo general, me desconcertaba. Ese juego, en especial. Y estaba muy de moda en ciertos círculos mundanos.

La gente se entretiene con cosas muy extrañas. Entretener. Tener un entre. Un tener, entre el mundo, el gris mundo civil, un hiato feliz en mi vida real. Pause. Play. La gente se va. Se pira. Algo factible de notar. Se iban con rumbo a un fuera de este mundo. Aéreos se las tomaban. Es decir, sin suelo firme. Entre otras cosas, ése era el principal motivo del exorbitante desarrollo de la música en occidente. De su industria gigantesca montada sobre acordes. Porque, como preguntan los gnósticos modernos: ¿dónde estamos cuando escuchamos música? Fuera del mundo, se mueren por contestar estos mismos. Ése era el gran descubrimiento de nuestra época. Todos somos medio monjes. Monjes medios. Monjes con medios. Monjes sin remedio. Aún sin saberlo, aún sin quererlo. Vocación de monjes. Monjes no religiosos que fugan hacía adelante, sometidos, atraídos, abducidos, chupados, impulsados, por las extravagancias de una uterodicea;   extravagancias a veces disfrazadas de objetería pop. Pro-pulsión. Un vagar extra. Las mónadas con auriculares. Persiguiendo figuras con precios. Corriendo tras sombras. Sombras, pero no sombras negras, no, sino de colores, de exultantes colores. Sombras chillonas. La zanahoria chillona. Todo, todo, todo, fuera de este mundo. Como un monje retirado al desierto. ¿La gruta humana?

En fin, ésta época de in-materialismo mediático está poblada por millones de pseudos monjes que habitan fuera de éste mundo, o, como los monjes verdaderos, los del fase to fase con Dios, eso intentan, por todos los medios.

Todo esto lo leí en un pesado tomo forrado de naranja y de verde y de azul: la elocuente agenda de mamá, toda una filósofa de las costumbres, ahí en su universidad de platos mal lavados.



2, vender:

Les voy a vender estas revistas. Me dijeron que ellos coleccionaban ésta clase de material gráfico. Mucha mutilación, injerto aberrante, mala conciencia, lujuria cóncava. Los hermanitos Pronto son así: lo que yo llamo carnívoros no tan domésticos. Los conozco desde jardín de infantes. Tres cabezas enormes llenas pelo anaranjado. Ahora mismo, algunos de ellos deben estar vendiendo pastillas en la costa. O haciendo algún espectáculo de magia, producido y financiado por su sibarítico padre. O encarando cualquier negocio afín. Divisas como navajas, urbanos monos pasados de rosca: etcétera, etcétera. No necesitan ese dinero ya que su padre se los da en cantidades amenazantes; amenazantes para ellos mismos y para los demás, por supuesto.

Rodolfo Pronto, el mayor, había atropellado (sin victimas fatales) con vehículos de motor a cuatro personas, en tres ciudades diferentes; se había intentado matar en dos (en una con pastillas y vino y en la otra con un vidrio de botella); y había incendiado una casa en una… Roberto Pronto, el del medio, tenía hasta un asesinato en el prontuario. Es verdad que sólo como sospechoso, su coartada fue inmejorable: estaba con su padre en un viaje por el desierto: el cercano oriente, que le dicen. No se le pudo comprobar nada; él tenía 18 años, el cadáver 20: un vecino discutidor, curioso y feo y unas cuantas cosas más que Roberto Pronto, siempre que podía, se demoraba en detallar; vecino al que él no había pasado de darle una que otra lección, pero sólo cuando este se la merecía. Si se las merecía tan seguido, no era asunto de ningún miembro de la familia Pronto. En fin, inocente ante la justicia. Listo. Pronto… Renata Pronto, la menor, se quema no tan lento, como combustible humano, sin ton ni son, con gin-tonic y muchísimo más; una ofrenda para nadie.

Las revistas me las dio Ernestina Cortés de Mansilla. O la viuda de Bruno Mansilla, como seguramente ustedes la conocerán. Dicen que está loca. A mi me parece que sabe cosas que le pesan. Lo que desde afuera nosotros vemos como locura, no son más que los estremecimientos por sostener una carga demasiado pesada, que amenaza convertirse en inaguantable, carga isomorfa que no puede delegar. No una carga sobre su conciencia, sino más bien sobre su razón, región ésta que contiene a la primera, y las dos reposan, se montan, sobre los ojos. Y afuera y detrás está el Caos o el Horror, como quieran verlo. A veces, uno trae los ojos cocinados por el horror y, de no comernos esos ojos, cocinados, que al fin y al cabo ya son comida, se pudren, y terminan pudriendo lo que queda de cerebro. Su razón, la de la viuda, está haciendo algo así como equilibrio sobre la putrefacción cerebral.

Le pido que me muestre, de nuevo, si no es mucha molestia, los últimos papeles de Mansilla. Los de la caja enviada por correo desde el extranjero por un anónimo (no un anónimo exactamente; más bien, un nombre de mujer que no le decía nada a nadie, con una dirección escasamente verificable. La viuda de Mansilla negó de plano la posibilidad de una amante-albacea del viejo escritor; al menos en la época en la que fueron escritos los textos de la caja: Lo vi todos y cada uno de los días de sus últimos 19 años de vida, fue el argumento de Ernestina Cortés. Argumento nada desdeñable). Me trae la caja y antes de retirarse me pregunta si no quiero tomar vino. ¿Vino?, pregunto sin mirarla, abriendo la caja. Sí, vino, un tinto, Cavernet, la mar de bueno, que desgraciadamente Bruno dejó sin tomar. Y se va sin esperar mi respuesta.



3, comprar:

Crisis de nervios. Mal. No puedo parar. ¿Lo deseo? ¿Deseo seguir o deseo no parar? ¿Decido no ver? ¿Qué clase de preguntas de mierda son esas? Una furia ciega que me ajusta como un guante, el colmo: me queda bien, me pone filoso. Y me ahoga. A punto éxtasis. El punto se transforma en línea con la velocidad. En látigo, me extiendo y tenso. Sí, mi cabeza es el simulador de vuelo de un caza bombardero. Un Sea Harrier. Bombardeo mi casa. Estallar contra el casco del mundo. Destrozo el celular de mi hermana (los patines son de mi hermano). Amo los teléfonos celulares. Destrozo unos cuantos muebles menores, algunos electrodomésticos. Una imagen: nanosegundos en la ventana del living: pasa un avión, transportando cuerpos, cada uno de estos con lo que llama su vida a cuestas. Añicos los ceniceros. Añicos unas plantas. Papá intenta detenerme, siento el olor del cuero de su campera negra rodeándome el cuello. Muerdo algo. No se qué. ¿Quién grita? Mamá intenta sostenerme por los pies. Mi hermano, vestido con una especie de capa corta y brillante, azul, sobre unas calzas a tono, observa desde la puerta de su habitación mientras habla por teléfono; no parece preocupado, ni por mi ni por nada.

Justo en el momento previo al golpe seco en la cabeza, leo los labios de mi hermano menor. Si, ya lo tenemos. Ahora querríamos comprar el número 2. Sí. Muy buen juego. Eso es lo que dice. Corta el teléfono… y me desmayo. ¿Un puño?, ¿una pequeña estatua? Me desmayan.

No me gusta dejar de ser esa isla con alambre de púas. La ductilidad es la del alambre, ninguna otra. Resistencia. Me castigan: esta vez serán tres días de lectura de Aquino Zambrano, comiendo solo puré de zapallo (en realidad de calabaza) y bebiendo agua tibia con vinagre. Ambos progenitores opinan que el juego Krial tiene algo que ver con mi crisis. Ninguno lo menciona.

En otro lugar de la caza, mi hermana se masturba para miles de usuarios de la red (papá dice que ya deben ser millones a esta altura). Una vez empapados los dedos, su mano toda en jugos, toma uno de esos juguetes (ahora es un homúnculo fosforescente en posición fetal: no tardo en darme cuenta de qué se trata: es una réplica exacta del huerfanito africano alimentado con la tarjeta de crédito de mis hermanos menores), y se lo introduce, lentamente (pero sin cadencia), cantando una tonta canción que se pretende lasciva. Algo de moda, seguramente. Renata goza. Renata sufre. Siempre que se enoja, mi hermana recurre a su webcam y al rápido orgasmo autoinflingido.    



4, vender:

Bruno Mansilla, entre otras muchas cosas, reflexionó sobre su apellido. Muchas personas (demasiadas en su opinión), nacidas en su mismo país de origen, llevaban ése apellido. Siempre le pareció una orden ese nombre. Una orden dada hace siglos. Lo que no está muy claro es quién se la da a quién. Su obra no es tan extensa como concentrada. Unos cuantos certeros tomos cortos. Sucede eso con los espacios mentales, con los galpones metafísicos del cráneo como los llamó en su texto El deporte quieto o cómo evitar los excesivos manotazos al vacío. Pasa que no corresponden al volumen material que los soporta. Como muchos, Mansilla opinaba que el soporte es lo de menos. Su obra se compone de las siguientes obras, en orden cronológico de escritura: Toga in tranca palio, poesía, 1982. Salidas únicas, ensayo-fixión, 1983. Cabeza de secreto, nouvelle, 1999. Fome: hambre y aburrimiento, novela-ensayo, 2000. Trash Aike, su libro más extenso, una novela de 210 páginas, del año 2005. El ya mencionado libro de ensayos El deporte quieto, o cómo evitar los excesivos manotazos al vacío, del 2006. Y por último, el aún inédito conjunto de papeles de la caja enviada desde el extranjero: Mancillando parece ser el título elegido por el autor, y es algo así como un ensayo-crónica de unas 60 páginas.      

Mientras tomamos vino (en unas copas que estoy seguro luego describiré en detalle en alguno de mis relatos), y como para pasar el rato, le pido a la viuda que elija su texto preferido dentro de la obra de su marido, y, si no es mucho pedir, me lo lea. Accede con entusiasmo y sin demora. Quizá lo esperaba. Sospecho que ella estaba tomando vino desde mucho antes de mi llegada. Elige un poema de Toga in tranca palio, no por ser su más preferido, sino por ser el que, ella considera, mejor lee. Se titula Desnudo y tres tractores. Su voz parece alejarse sin perder volumen cuando comienza a leer:    

Fragmentos inconexos de una conversación telefónica en la que alguien grita,
hace años que comenzó
Eso parecían tus promesas junto a las mías y yo te creí
Con toda la bola de espejos de mi cabeza.
Aferrándonos a una velocidad
Solos hasta el dolor, y la
Mancha de aceite
Creí creerte
-apagón-
No me paré nunca más
No me senté nunca más
No me acosté nunca más
Soy un edificio sólo sótano emergido, hasta catapultado
La belleza son máquinas de funcionamiento frenético
y de pestañeo
Conformarse en uno de los estruendos callados de como una conversación
(callados más por decir nada que por callar)

El silencio nos cubre como un poncho. En ocasiones el frío es doloroso. Mientras ella leía, yo me concentré en un conjunto de fotos en blanco y negro que cuelgan dispersas de la pared. No hay ventanas a la vista, sin embargo, que el final del poema de Mansilla coincidió con el comienzo de la noche. Ernestina Cortés, la viuda para ustedes, tiene los ojos cerrados. Sellados. No los tiene más. En su lugar, se abren dos pequeñas bocas dentadas, llenas de dientes negros muy pequeños, apenas visibles, lo que no hace más que aumentar la sensación de filo venenoso. Habla recién cuando se para y busca algo en la heladera, de espaldas a mi. Me pregunta si quiero escuchar un fragmento de su texto más preferido, aunque no lo lee muy bien, avisa. Yo sólo quiero las revistas, para venderlas, necesito el dinero; eso pienso. Contesto que por supuesto, y al instante, mis palabras se me hacen inaudibles, y repito el por supuesto.  



5, comprar:

Me cortaron el chorro. Voy a matar al mundo, conmigo. No, mejor me voy al Casino, o a una playa prehistórica… a un arsenal.



6, vender:

Mi marido decía que escribía no sobre la realidad sino en la realidad. Se refería, creo yo, a que no era exactamente como espejo que tenía que comportarse el artista. Más bien como resorte, o como martillo, o como ropa de abrigo. O como maestro del fracaso feliz incluso. No como espejo. 



7, vender:

El jeep se estaciona junto a la choza y en menos de diez segundos está rodeado de personas con hambre. El doctor Morrison da una mirada rápida al periodista Plead y a la doctora Patrol y se baja del vehículo. Lleva una caja abrazada con su brazo derecho contra su cuerpo. La caja es de cartón, blanca, con unos cellos. Una mujer encorvada y sin dientes sostiene un niño flaco, cadavérico. Las piernas le cuelgan, secas. El doctor Morrison piensa en las patas de un venado. Después piensa en una mujer y en su hijo a miles de kilómetros de distancia de ahí. La mujer desdentada llama a alguien, lo busca con la cabeza. Pasa una bandada de pájaros. El niño no tiene mirada. Un joven esquelético semidesnudo extiende los brazos pidiendo la caja. El periodista Plead dice algo en un idioma que los hambrientos no entienden. El doctor Morrison duda.    


                                                                                                             Abril 2008

viernes, 16 de septiembre de 2011

el forense sentimental 3


Derrigo corre por la calle. Al momento de intentar hacerse un café y memorizar una lista de materiales para construirse una repisa, visualiza el encendedor de Massinger. Inmediatamente piensa en lo mucho que viajan los encendedores, de bolsillo en bolsillo, impulsados por pequeños latrocinios cotidianos. Piensa en lo atávico del asunto; la lucha por el fuego entre las tribus, su captura, su ingenio, su celo, desde las primeras edades de la especie humana. Hasta ahora. Las guerras por el combustible inflamable desfilan proyectadas en las paredes internas de su cráneo. Alarmado, tocado en la que él cree su intachable ética de "lo justo es justo", el poeta Derrigo toma el encendedor verde, y sin ponérselo en el bolsillo (lacio automatismo que procura desterrar de su conducta respecto al fuego ajeno), abre la puerta de su domicilio y sale a la calle. Ahora corre. Corre para alcanzar al novelista Massinger. Y mientras corre, le crece, del costado izquierdo de la cara, un lector. Instintivamente, cuando siente el tirón en el cuero de la cara, le pregunta: ¿Qué lees? Justamente, contesta el lector que le acaba de salir sin retirar los ojos de las páginas, estoy leyendo una novelita que se llama Vida útil de un encendedor ; la compré en el supermercado chino.  Segundos de silencio; sólo se escucha la respiración agitada del poeta Derrigo, que corre por la calle, que no corre desde hace meses, perdon, desde hace años, qué va, desde hace siglos, es decir, que no corrió nunca. Pero que ahora corre. Para alcanzar a Massinger. Y devolverle el jodido encendedor. Y se acuerda de ése al que los dioses lo condenaron a que unos agiluchos le comieran las tripas una y otra vez, o algo así, todo por robarles el fuego a ellos y dárselo a los mortales, que venimos a ser nosotros, ¿cómo era que se llamaba?, no se puede correr y pensar a la vez, por eso será que no hay filósofos atletas, bueno, Wittgenstein peleó en la guerra, y calculo que para pelear en una guerra tenés que estar en estado, bueno sino el estado se encarga de que estés en estado con el estado, de todas maneras, el Tractatus no lo escribió en el gimnasio ni mucho menos, igual: ¿qué se yo?, capaz que sí, que en un gimnasio se lo escribió, todo sudado, después de darle a las flexiones de brazos, en series cortas primero y más largas después, pero en todo caso, no corriendo, corriendo no se pueden pulsar ni lápices ni teclas, ¿para qué era que estaba corriendo yo?, ah sí: el fuego, uuuy qué tirón, el encendedor, lo debe estar necesitando, va, no sé, estoy presuponiendo, que no es uno de los vectores que se le den mejor a las fuerzas del pensamiento, suponer no nos lleva a nada, bueno, sí, pero a lo que me refiero es que... no se puede pensar y correr. Derrigo mira al lector que florece desde su cachete; su rosto es apacible, está reconcentrado en la lectura. Deja de correr. Mira el encendedor: rayo de luz diurna impacta en su carcasa verde. Pulsa: con su dedo gordo la ruedita metálica. Nada. Otra vez. Nada. El encendedor no funciona.  

martes, 30 de agosto de 2011

el forense sentimental 2

                                                   
En la trama, al encendedor, se lo queda ella. El momento es tenso: Monik está ayudando a unos vascos con pedido de captura en España. Atracaron un banco, empuñando la acción directa. Están en su casa, encerrados bajo llave, con poca luz, escribiendo cartas, escribiendo poesía, jugando al ajedrez, mirando programas de preguntas y respuestas y uno que otro noticiero en televisión. Dependen de la comida y de la información que les provee ella, Monik. En ese estado de cosas, al salir los dos apurados de la casa del poeta Derrigo, él, el mismo Massinger, no se atreve a pedirle de vuelta el fuego. Ella está fumando mientras se despiden.

domingo, 28 de agosto de 2011

el forense sentimental 1

Strasbourg, rue Vides. 1977. El novelista norteamericano Neil Massinger se da cuenta del olvido de su encendedor en casa del poeta argelino Albert Derrigo. En ese preciso momento, contaría más tarde en sus Diarios de la instalación eléctrica, se le ocurrió, íntegro, el argumento para su nouvelle El forense sentimental. "Fue como si una estructura me cayera en la cabeza. Lo más extraño es que aún no sé de dónde es que se desprendió, para luego caerme." 

sábado, 27 de agosto de 2011




Cayenne Pepper continúa colonizando todas mis células –seguramente un caso de lo que la bióloga Lynn Margulis llama simbiogenesis. Apuesto a que si chequean nuestro ADN, descubrirán unas cuantas potentes transfecciones entre nosotras. Su saliva debe tener los vectores virales. Claro, sus besos lengüetazo-precipitados fueron irresistibles. Aún compartiendo el posicionamiento en el filo de los vertebrados, nosotras habitamos, no sólo diferentes generos y divergentes familias, sino que diferentes órdenes.
      ¿Cómo desclasificarnos? Cánido, homínido; mascota, profesora; perra, mujer; atleta, manipuladora. Una de nosotras tiene insertado un microchip bajo la piel de su cuello para identificación; la otra tiene una foto digitalizada en la licencia de conducir de California. Una de nosotras tiene registros escritos de sus ancestros por veinte generaciones. Una de nosotras desconoce el nombre de sus bisabuelos. Una de nosotras, producto de una vasta mixtura genética, es llamada “purasangre”.Unas de nosotras, ecuánime producto de una vasta mezcla, es llamada “blanca”. Cada uno de estos nombres designan un discurso racial, y ambas heredamos sus consecuencias en nuestra carne.
      Una de nosotras está en la cúspide de su ardorosa, juvenil, realización física; la otra está vigorosa pero se le pasó el cuarto de hora. Y nosotras practicamos un deporte llamado Agilidad, en el mismo País Nativo Expropiado en donde los ancestros de Cayenne pastoreaban ovejas merino. Estas ovejas eran importadas, desde la ya pastoril economía de Australia, para alimentar a la California de la Fiebre del Oro. En capas de historia, capas de biología, capas de culturasnaturales, Complejidad es el nombre de nuestro juego.  Nosotras dos somos el hambre de libertad resultado de conquistas, productos del asentamiento de las colonias blancas, variando más allá de los obstáculos e infectando a través de túneles el campo de juego.

de la intro del Manifiesto de las Especies de Compañía, de Donna Haraway (traducción a la que te criaste, petula)

jueves, 25 de agosto de 2011


X la educación y la información y la diversión gratarola!!!


vamos las bandas-anchas!!!!


the traduxione


Robo, plagio y pillaje de textos son las principales técnicas enseñadas por el poeta Kenneth Goldsmith a los alumnos de sus oficinas de escritura no-creativa en la Universidad de Pensilvania. Sus métodos literarios, afirma, son los más adecuados a una época en la que el principal arte popular es el archivamiento de datos (en computadoras, celulares o servidores online), en la cual “la persona que pueda apuntar la mejor información es más poderosa que la persona que hace la mejor información”. Descriptos por el mismo como “chatos” e “ilegibles”, los libros de Goldsmith en rigor no son escritos, sino más bien transcriptos. “The weather” (2005) reúne un año de boletines meteorológicos oídos en la radio; “Soliloquy” (2001), todo lo que Goldsmith dice durante una semana; “Day” (2003), una edición entera del “ New York Times”.

-Mandé un ejemplar al diario, con la esperanza de ser procesado; pero no dio resultado- dice Goldsmith desde New york , en donde vive. La cuestión central son los derechos autorales y el dinero. Puedo “robar” lo que quiera porque mi poesía no da lucro.

Lo mismo pasa con la más espectacular obra archivística de Goldsmith: el sitio UbuWeb, una página creada por él, en 1996, y que hoy reúne el mayor acerbo de arte de vanguardia en la internet. Desde James Joyce leyendo “Finnegans Wake”, a un largometraje dirigido por el músico John Cage, UbuWeb posee un conjunto de millares de videos, audios y textos que difícilmente pueden ser encontrados en otros lugares. La colección del sitio crece rápido, porque Goldsmith publica primero y resuelve después, en el diálogo, los reclamos ocasionales.

-Él cree que no necesita pagar derechos de autor, yo encuentro que tiene razón- afirma la crítica literaria americana Marjorie Perloff, profesora emérita de Stanford. El sitio da acceso gratis y universal a obras que estaban perdidas o eran ítems de coleccionista. Para la crítica de arte de la revista “The New Yorker”, Andrea k. Scott, el sitio es más que un archivo virtual: -UbuWeb  desafía definiciones. Es muchas cosas para muchas personas. Es el mapa y el territorio. Es el agua y la ola. Es una obra de arte, si así lo dices.

alojaaaaaaaaaaa


 Roubo, plágio e pilhagem de textos são as principais técnicas ensinadas pelo poeta Kenneth Goldsmith aos alunos das suas oficinas de escrita não criativa na Universidade da Pensilvânia. Seus métodos literários, ele afirma, são os mais adequados a uma época em que a principal arte popular é o arquivamento de dados (em computadores, celulares ou servidores online), e na qual “a pessoa que pode apontar a melhor informação é mais poderosa do que a pessoa que faz a melhor informação”. Descritos por ele próprio como “chatos” e “ilegíveis”, os livros de Goldsmith a rigor não são escritos, mas antes transcritos. “The Weather” (2005) reúne um ano de boletins meteorológicos ouvidos no rádio; “Soliloquy” (2001), tudo que Goldsmith disse durante uma semana; “Day” (2003), uma edição inteira do “New York Times”.
 — Mandei um exemplar para o jornal, na esperança de ser processado, mas não deu certo — diz Goldsmith de Nova York, onde vive. — A questão central com os direitos autorais é o dinheiro. Posso “roubar” o que quiser porque minha poesia não dá lucro.
 O mesmo acontece com a mais espetacular obra arquivística de Goldsmith — o site UbuWeb, uma página criada por ele em 1996 e que hoje reúne o maior acervo de arte de vanguarda na internet. De James Joyce lendo “Finnegans Wake” a um longa-metragem dirigido pelo músico John Cage, o UbuWeb possui um conjunto de milhares de vídeos, áudios e textos que dificilmente podem ser encontrados em outro lugar. A coleção do site cresce rápido porque Goldsmith publica primeiro e resolve depois, na conversa, as reclamações ocasionais.
— Ele acredita que não precisa pagar direitos autorais, e acho que está certo — afirma a crítica literária americana Marjorie Perloff, professora emérita de Stanford. — O site dá acesso grátis e universal a obras que estavam sumidas ou eram itens de colecionador. 
Para a crítica de arte da revista “The New Yorker”, Andrea K. Scott, o site é mais do que um arquivo virtual:
— O UbuWeb desafia definições. É muitas coisas para muitas pessoas. É o mapa e o território. É a água e a onda. É uma obra de arte se você disser que é.

mañana la traduxión para mis camaradas que nao falam!!! o sea (oh, oceano) moi, ich, I, me...)
el mundo de los blogs es un mundo lleno de ruinas. casas abandonadas...

lunes, 22 de agosto de 2011



mi cuerpo está agotado. estoy con la lengua de corbata. mi recorrido por el mundo de los blogs va bien, bien. almas, almitas, almas, almotas y almototas. mundo raro este, extrañísimo, hecho de personas y de deseos que aveces parecen venir de máquinas fotocopìdoras-deseantes; algo así. el mercado se impone, sobre nosotros; y es una pena.

traduje un poema cortito del señor moore, a quien sigo, meneando la cola, en su blog dedicado a la poesía. y en estos mismos momentos tengo otro ("Dedo") , recién posteado, entre mis patas.

creo que el cambio de marca del balanceado me está haciendo mal. nauseas, eso parecen.

ahora que no está Crush, aprovecho, y les-me presento un poeta. recomiendo, re-comiendo, recomiendo.


Edward Estlin Cummings. Típicamente abreviado e. e. cummings, fue un poeta, pintor, ensayista y dramaturgo estadounidense. (Aunque él no aprobaba la práctica, sus editores frecuentemente escribían su nombre con minúsculas para representar su sintaxis inusual).
Cummings es mejor conocido por sus poemas que rompen con toda estructura, incluyendo usos poco ortodoxos de las mayúsculas y la puntuación, en la que los puntos y comas podían incluso llegar a interrumpir oraciones y hasta palabras. Muchos de sus poemas también están escritos sin respeto a los renglones y los párrafos y algunos no parecen tener pies ni cabeza hasta que no son leídos en voz alta.
A pesar del gusto de Cummings por los estilos vanguardistas y la tipografía inusual, una buena parte de su trabajo es tradicional. De hecho muchos de sus poemas son sonetos. La poesía de Cummings frecuentemente trata los temas del amor y la naturaleza, así como la sátira y la relación del individuo con las masas y el mundo.
Publicó más de 900 poemas, dos novelas, muchos ensayos y una gran cantidad de dibujos, bocetos y pinturas. Es considerado una de las voces más importantes de la poesía del Siglo XX.


poemita de  e. e. cummings


since feeling is first
who pays any attention
to the syntax of things
will never wholly kiss you;

wholly to be a fool
while Spring is in the world

my blood approves,
and kisses are a better fate
than wisdom
lady i swear by all flowers. Don't cry
- the best gesture of my brain is less than
your eyelids' flutter which says

we are for each other; then
laugh, leaning back in my arms
for life's not a paragraph

And death i think is no parenthesis

xxxxxxxx

porque el sentimiento está primero
el que preste alguna atención
a la sintaxis de las cosas
nunca va a completamente besarte;

completamente ser un tonto
mientras la Primavera está en el mundo

mi sangre aprueba,
y los besos son un mejor destino
que la sabiduría
señora lo juro por todas las flores. No llores
-el mejor gesto de mi cerebro no es nada al lado
del revoloteo de tus párpados que dicen
que somos para el otro; luego
ríe, recostándote en mis brazos
porque la vida no es un párrafo


Y la muerte creo no es ningún paréntesis


traducción a la que te criaste, petula.


miércoles, 17 de agosto de 2011

acá les dejo, jeje, mejor debería decir "me dejo", a mí y a Hyde...

para cualquiera menos para Crush...

bueno, acá dejo escenas de la peliculita Los Filosos o La Guerra de los Filósofos como fue traducida en España. la animación, por supuesto, va de eso: filósofos y pensadores, de las más variadas escuelas, se dan masa hasta hacerse papilla. hasta que, en un momento, llamemoslo histórico, se arma un grupete que la rompe con una coreo adentro de un castillo... con la participación, entre otros, de rene descartes, federico N, pink roland B, sigmund freud, hegel, charly M, y baruj de spinoza...








imperdible... wuaw, wauw!!!

acá finjo yo mi propia desaparición del mundo de los vivos. un humano que se llamaba Camus decía que el suicidio era el único problema filosófico realmente importante. juzgar si la vida propia valía o no valía la pena de ser vivida era la cuestión funda-mental. tal vez exageraba. un poco. aunque creo que no se puede exagerar poco. exagerar siempre es mucho. esta foto mía no es exagerada. está bien, es ilustrativa. me acaba de decapitar una rodaja de ananá, afilada por un médico brujo de Copenhage...
el administrador del blog antes mencionado. digamoslo ahora: un blog de comics... *-:_:-*
salí a vagar por el ciberespacio, con mi hueso de goma comprado en la veterinaria de acá a la vuelta. produzco mucha saliva cuando camino con el hueso en el hocico, pero me concentro más en las cosas: esa es la mera verdad. Je, yo hablando de la verdad.

Acabo de presenciar la muerte de un blog. más preciso sería decir que, en estos casos, pasa como con los ancianos esquimales: cuando el blog no da más, se lo abandona, y chau, que se lo coman las gaviotas. el administrador del blog decía que se venía dando cuenta de las considerables bajas en los seguidores desde que había decidido hacer de su blog un ciberlugar "legal" retirando las descargas, esto no le dejaba otra opción que dar por terminado el ciclo. Habían pasado de 400 a 250, algo así. Sus últimas palabras eran algo como "En este mundo raro en el que nos toca vivir". me acordé por un momento de la escena final de El club de la pelea, en donde el flaco le dice a la flaca una cosa como "me conociste en una época extraña de mi vida", y comienza a estallar la ciudad. Habían 13 comentarios agradeciendo la existencia del blog, saludando, despidiéndose, añorando y recomendando para el futuro próximo. 1 comentario opinaba que qué bueno que se cerraba ese bodrio.

moví un poco la cola y seguí. me dirigí, con plena confianza en mi olfato, hacía los blogs con algo de poesía norteamericana contemporánea, algo para traducir. obvio que traduzco como solo los perros podrían hacerlo. igual, es opara otros perros, como mi Antología de Perros Dálmatas Poetas de la Pos-guerra, o mi Manifiesto Doverman. en fin. llegué a un blog en el que un poeta les leía unos poemas a un par de leones enjaulados. a los leones les gustaba menos la poesía que a padres de un poeta adolescente y con evidentes problemas de onanismo (aclaración, nada en contra de esa práctica tan pero tan humana, pero convengamos que su ex-ceso quita energías e iniciativa práctica) entre él y sus responsabilidades para con la sociedad. uff, que frase más larga. bueno, gruñían, perdón, rugían un monto. le rugían al poeta este. creo que era algo así como un beatnick de segunda tercera linea. tenía un collar de semillas, una camisa planchada y el pelo un poquito largo.

resulta que miro el nombre del administrador... y no era otro que thurston moore. se me calló el hueso trucho de la trompa. era casualidad. comprendí todo, el chango ese haciendo rugir a los leones con su poema (que terminaba con una coda bastante parecida al rugido de un gato capado). es un ruidoso bárbaro el muchacho ese. apoyé mis cuatro patas en las teclas correspon-dientes y comencé a seguir-lo.

como me gusta poner los guiones.

Crush dice que es para hacerme ver.

le digo que se valla a la mier-da.

es de noche, giro en mi sillón con una mantita, me lamo un poco.  

  


viernes, 29 de julio de 2011

bueno bueno, parece que esto a estado más desierto que Atacama o el Kilimanjaro. nadie a pasado sus ojos por acá. no es tan fácil la comunicación en la Era de las Comunicaciones. a menos que le hagas caso 100% a las recomendaciones de las empresas dadoras de ser-vicios.

tengo que admitir que esta soledad, esta insularidad, me hace unas cosquillitas terribles en el cerebro. bueno, no tan terribles (no me está leyendo nadie, no tengo porqué exagerar). me dan ganas de portarme como me plazca.

uuuuuuyyyy, que miedo.

después de todo, y para ser sinceros, si ahora estuviera acá conmigo Crush, leyéndome cada tanto por  encima del hombro como le encanta hacer, yo estaría escribiendo sobre música. Crush, jeje, cree, jaja, que mi blog va a ser sobre música. Jeje. no sabe ni el nombre ni mucho menos la contraseña. su orgullo es gigantesco, deberían verlo a ese orgullo, no pasa por las puertas. menos que menos sabe de qué va a ir en realidad el blog.

y sin embargo sería feo pensar que no le interesa.      

martes, 26 de julio de 2011

ok, acá de vuelta, capturando mi voz en el mp4 de Crush, voz que después me va a sonar agudahorrible por que no va a estar filtrada por la cámara de mi cráneo, horror, me voy a escuchar como me escuchan los demás, o parecido, equivalente, lo que sea. ¿donde estoy? el pedido de localización viene pegado a la comunicación electroportátil. ¿donde estoy? ¿en qué sentido? ufffff. plomada.

pero, es que es necesario. para variar, tengo ganas de comunicarme.

bien. estoy sobre una silla de metal y madera, las patas y el respaldo de metal pintado de color negro, el apoya trasero de madera recubierta por una lámina de goma espuma recubierta por una cuerina bordó. la silla está sobre un piso de madera, dicen que es pinotea. el piso está en una casa de pasillo reformulada que data de los años 30. la casa de pasillo, perdon por el esquematismo, está en un pasillo. el pasillo da a una calle con nombre de proser. la calle se extiende con su tránsito por el up-arato di-gestivo de Rosario.

me gustaria que fuera la cantante, pero es la ciudad.

me grabo para después desgrabarme. mi voz tiene, trae, deformidades. me salen monstruos. tengo un tentáculo en La Plata. tengo otro en Charleroi. otro en Pico Truncado. otro en Sao Tome das Letras. otro en  París. otro en Quillota. otro en Tokio. otro en El Cairo. otro en Cali. otro en Buenos Aires. otro en Punta Arenas. otro en New York. otro en Santiago. otro en Comodoro Rivadavia. otro en Ciudad del Este...

si youtube-iera agallas, como dice la madrasta pátria, me ahorcaría con mis cuerdas vocales. but, al no ser un ser anfibio, con las mismas, con las cuerdas, tejo un macramé colorinche post-colombiano.

llegó Crush. voy a cortar por ahora con esto para hacer entrega de sus legumbres. seguro me va a contar de nuevo lo de Calígula y las lentejas, lo de los egipcios que odiaban las habas y por eso los saserdotes no las comian y el pueblo raso sí, y para terminar me va a contar lo de la locura en la corte de Luis 14 por las judías, no las chicas llamadas Sara o Ruth o Rebeca etcétera, sino las legumbres cultivadas en América desde tiempos remotos, como los controles, remotos claro.

    

produzco un corte invisible y arranco. estoy en el medio de la calle. cruzo...

salir al cruce para cualquiera en mi situación no es, de entrada, ni favorable ni desfavorable. ¿al cruce de qué?: por lo pronto, de la calle con sus colmillos que son los autos. ¿cual es mi situación?: la de muchos, la de todos: vivo en el hall del siglo 21, la entrada a un edificio que ya pinta ruina, meada y grafiteada y bardeada y transitada como las entradas de los monobloks que conocí en muchas ciudades. ya está. ya crucé. voy a apagar la grabadora porque me voy a meter a una dietética y voy a preguntar por el precio de unas legumbres que me mandó a comprar Crush.