miércoles, 17 de agosto de 2011

salí a vagar por el ciberespacio, con mi hueso de goma comprado en la veterinaria de acá a la vuelta. produzco mucha saliva cuando camino con el hueso en el hocico, pero me concentro más en las cosas: esa es la mera verdad. Je, yo hablando de la verdad.

Acabo de presenciar la muerte de un blog. más preciso sería decir que, en estos casos, pasa como con los ancianos esquimales: cuando el blog no da más, se lo abandona, y chau, que se lo coman las gaviotas. el administrador del blog decía que se venía dando cuenta de las considerables bajas en los seguidores desde que había decidido hacer de su blog un ciberlugar "legal" retirando las descargas, esto no le dejaba otra opción que dar por terminado el ciclo. Habían pasado de 400 a 250, algo así. Sus últimas palabras eran algo como "En este mundo raro en el que nos toca vivir". me acordé por un momento de la escena final de El club de la pelea, en donde el flaco le dice a la flaca una cosa como "me conociste en una época extraña de mi vida", y comienza a estallar la ciudad. Habían 13 comentarios agradeciendo la existencia del blog, saludando, despidiéndose, añorando y recomendando para el futuro próximo. 1 comentario opinaba que qué bueno que se cerraba ese bodrio.

moví un poco la cola y seguí. me dirigí, con plena confianza en mi olfato, hacía los blogs con algo de poesía norteamericana contemporánea, algo para traducir. obvio que traduzco como solo los perros podrían hacerlo. igual, es opara otros perros, como mi Antología de Perros Dálmatas Poetas de la Pos-guerra, o mi Manifiesto Doverman. en fin. llegué a un blog en el que un poeta les leía unos poemas a un par de leones enjaulados. a los leones les gustaba menos la poesía que a padres de un poeta adolescente y con evidentes problemas de onanismo (aclaración, nada en contra de esa práctica tan pero tan humana, pero convengamos que su ex-ceso quita energías e iniciativa práctica) entre él y sus responsabilidades para con la sociedad. uff, que frase más larga. bueno, gruñían, perdón, rugían un monto. le rugían al poeta este. creo que era algo así como un beatnick de segunda tercera linea. tenía un collar de semillas, una camisa planchada y el pelo un poquito largo.

resulta que miro el nombre del administrador... y no era otro que thurston moore. se me calló el hueso trucho de la trompa. era casualidad. comprendí todo, el chango ese haciendo rugir a los leones con su poema (que terminaba con una coda bastante parecida al rugido de un gato capado). es un ruidoso bárbaro el muchacho ese. apoyé mis cuatro patas en las teclas correspon-dientes y comencé a seguir-lo.

como me gusta poner los guiones.

Crush dice que es para hacerme ver.

le digo que se valla a la mier-da.

es de noche, giro en mi sillón con una mantita, me lamo un poco.  

  


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