martes, 10 de enero de 2012

BARDEO Y RELANZAMIENTO DE ALEJANDRA PIZARNIK (2 APROXIMACIONES)



1 / Los escucha buscar a las afueras de un bosque

Primero una fábula supuesta: supongamos una pequeña casa hecha de silencio y páginas de silencio, en las lindes de un frondoso bosque. Hay un jardín en la entrada de la casa: son lilas. Rodeando el terreno, colgadas de los árboles, medio enterradas, tiradas por el suelo, paradas en suspenso, vemos incontables muñecas, en distintos grados de des-composición: mutiladas, partidas, quemadas, ahuecadas (muñecas vaciadas como si les hubiesen chupado el caracú), torcidas, entorpecidas, manchadas, rellenadas (insufladas: entre otros materiales, látex negro), diluidas, destruidas. Ella, la que construyó la casa de silencio, utiliza métodos-muñeca para sus desplazamientos de subjetividad. Por ejemplo el de las mamushkas, esas muñequitas rusas que están contenidas una dentro de la otra, y esta de otra, y esta de otra... (Ella también es hija de inmigrantes rusos). Ella es un yo buscado y fugado. Nunca en casa, siempre hacia el bosque. Un yo hecho perdigones imantados por los árboles y el vacío.

Una muñeca de esas que hablan con un disquito en la espalda, podría titular al paraje como El árbol de Diana; y luego podría intentar con El infierno musical. Son bellos nombres después de todo.

Adentro, la casita tiene espejos. No, mejor dicho, le gustan los espejos pero no puede tenerlos ahí porque los rompe. Ella, la habitante ausente de la casa, la que supo tener amor por los espejos, ahora sólo se multiplica en sombras. Sombras moran diseminadas por el bosque, esperando en su reverso.     

¿Cómo arribó la pequeña viajera a este lugar, a este bosque vaciado en la disonancia? Supongámoslo. Suponemos que llegó siguiendo una música, en un auto-stop surreal, persiguiendo una búsqueda que era música, hecha por un puñado de poetas, de camioneros malditos: sus bocinas, sus sirenas, sus cláxones (Lautreamont, Rimbaud, Verlaine, Valery, Jarry, Freud, Breton, Artaud, sólo por nombrar los acoplados más significativos en esta fábula de la viajada por la carretera perdida de la poesía). El tránsito de la bruma, la persecución de la persecución, de un día para el otro, eran El Plan.

¿Y qué buscaban los poéticos transportistas?: una mujer; una oscuridad transfigurada, una epifanía negra. Unas veces: desnuda aparecida en el bosque (Breton), otras: estatua onírica y de piedra (Baudelaire). También un instrumento superior de visión, o un autómata que se caza y cruza. Algunas veces a la mismísima Muerte. La tierra-muerte, la madre-muerte, la muerte-muerte, con sus manos frías en un cuerpo caliente.

Así llegó al lugar para huirse. Este bosque. Se internó entre los árboles, que bien podrían se (r) cadáveres (sola, ya que los poetas se quedaron girando incesantemente en torno del bosque, como fantasmas, sin conseguir introducirse), se fundió, o se confundió con el afuera, con su ausencia la casa. Quiso ponerse en el lugar de la desnuda, en el de la estatua onírica, en el de instrumento de visión, pero sólo se multiplicó fuera de sí, plaga de sí, hiperextranjera, muda, y aún muda, cantó: Maniquí desnudo entre escombros. Incendiaron la vidriera, te abandonaron en posición de ángel petrificado. No invento: esto que digo es una imitación de la naturaleza, una naturaleza muerta. Hablo de mí, naturalmente.

El encuentro no se concretó. Una triste imposibilidad se impuso a las ganas de la persecución, a las ganas de seguir con el viaje. No habrá reunión. Los poetas quedan estrujando vísceras invisibles delante de sus propios ojos, rodeando el bosque, sin entrar nunca, en un panicódromo, tomados por la locura, empotrados en la fiebre y en el delirio que esta conlleva. Mientras Ella se aleja, de la manera más rotunda: convirtiéndose en lejanía. Se borra, desaparece en los límites del bosque: La canción desesperada no puede decirse. La materia verbal errante no cesa de emanar del centro que no es centro, del mareo de las flores auríferas imbuidas del oro de los buscadores de oro.

Hay voces de otros desperdigadas en las copas de los árboles: su Palais du Vocabulaire. Y la casa, con su ausencia sentada en una silla, con puertas de sed, con un jardín de lilas. Y el bosque, lugar que habitará en forma de múltiples muñecas, en forma de vacío lleno de máscaras, y en forma de noche. Talvez, más que nada, de noche. Toda la noche escribo para buscar a quien me busca. Los escucha buscar a las afueras de un bosque: son los poetas/camión con acoplado que siguió. Parecen roedores con escafandras de palabras (en algunos casos directamente de gruñidos); buscan cerca de la ruta, sin conseguir entrar al bosque. Y en las lindes: Ella, sonámbula, recuerda que sigue ahí, entre la floresta. Hablo como en mí se habla. No mi voz obstinada en parecer una voz humana sino la otra que atestigua que no he cesado de morar en el bosque. Esa búsqueda es música.  Palabra por palabra yo escribo la noche...Un viento demente me desmiente. Me confino...no sé otra cosa que la noche oscura... en la noche del corazón / en el centro de la idea negra... Ella, será una bella durmiente trazando los mapas de una pesadilla. Será una caperusita roja, con colmillos de lobo en las manos en lugar de uñas, para arañar mejor el blanco de la página, en el centro de la pulpa, con esos pequeños poemas. Poemas negros arañados en el centro pálido de una página. Un cine invertido: si el cine convencional es luz proyectada sobre sombra, el de sus poemas es un cine de sombra proyectada sobre luz.

Luego, las partículas de luz negra fecundan el bosque, ahora desaparecido (porque ya no hay lugares a donde ir, porque ya no hay quien valla), poblándolo de sombras tan densas como una presencia, con órdenes expresas de permanecer ocultas. Ella está por todos lados y no está en ninguno. No hay plan. Ya no. Y las ramas dicen, en el eco de la chica perdida más ubicada: Grietas en los muros / negros sortilegios / frases desolladas / poemas aciagos. Y también dicen: hablará por espejos / hablará por oscuridad / por sombras / por nadie. Alejandra será unos Hansel y Gretel con diabetes.
        

2 / Una patotera con miedo

La actitud es de enfrentamiento, es en contra. A medida que Alejandra Pizarnik va publicando su obra, se suceden las máscaras, que a veces llegan al grado de escudos de choque. Primero es una muda que dice su imposibilidad de decir, una especie de prima o sobrina de Artaud (del Artaud de los tres primeros libros al menos, antes de que Antonin comenzara a hablar directamente con el cuerpo, en gruñidos y onomatopeyas). Después, Ella es el silencio, es decir, se auto-produce como silencio, las suyas son palabras desde el silencio, que la hacen hablar para callar; tal la fonotopía. Y siempre ahí esa tristeza, como emisión de fondo. Siempre es de noche en el poema, y el poema es la cápsula (por lo general pequeña, pulida al frío, con herramientas de cristal, o de hielo) en la que refugiarse del día; un ataúd para la luz. Y esa noche es inmensa al tacto, tiene algo así como una sed de morada, de refugio. La noche se le cierra como agua sobre una piedra / como aire sobre un pájaro. Mientras tanto, ella se ubica en la distancia que hay de la mano al vaso, y espera. Los trabajos y las noches, la tienen como vampira de sí, romántica y saturnina. Más adelante, intentos de extraer La piedra de la locura. Invocaciones (sentidas como vagas e inútiles en el mismo instante de su formulación). Desplazamientos de la subjetividad: "yo" se cae, yo se aleja, yo rebota, es comido y bebido y perdido, gastado y rechazado, se muere, desaparece cubierto por una maleza que crece, es tapado por una música que se va poniendo estridente, disonante. Es acá en donde comienza otra fase. Ella y su obra. El infierno musical.

Es una diferencia de velocidad lo que la ha extirpado de la música, dice, lo que la arroja en la disonancia: se multiplica en estruendos y sombras, con la arritmia del desasosiego. Sus herramientas mutan de mascaras a esperpentos. La silenciadora se pone poliglota y bizarra, se despliega (surgen largos textos en prosa, malvados y mutantes), en lo mucho, en lo demasiado. Una multiplicidad asechante se disemina. El silencio se va con lo multiple, y en la bombardeada trinchera del yo, quedan los aullidos destrozados, unas palabra que duelen; me comería la lengua, aúlla. Sí, ella se patotea a ella; y a través de ella, al mundo. Una guerra civil entre lo uno y lo multiple, por entre, detrás de las tripas, o vista a través de las tripas trémulas y moribundas, con personajes (ni tan sujetos ni tan objetos, ya que un sueño desase los contornos) que la pelean, la efectúan a esta contienda. Sumisa la niña muda / que habla en mi nombre, / me sierro, me defiendo, / cuando las cosas, / como hordas de huecos, / vienen a mi terror. El terror es para entonces su mejor enemigo, y ella no para de cantar su fuga (entonces, más que nunca, en el sentido de fuga de gas... que en cualquier momento explota). Fuga en esa pluralidad que exige el sacrificio de lo homogéneo, del centro, de lo único: esta multiplicidad es sustantivo y no adjetivo. No para de desollar muñecas con su rostro. De minar el campo. De esperar en lo oscuro con la valentía del miedo: Y qué vas a decir / voy a decir solamente algo / y qué es lo que vas a hacer / voy a ocultarme en el lenguaje / y porqué / tengo miedo. La actitud es dura, es de bruja. Su guerrilla comienza a funcionar en sombras que son espejos que finalmente no son nada. O son dolor, o su intento ventrílocuo de que este cese.

Como en esa canción de Bjork, en donde amenaza que no se metan con ella porque se van a encontrar con un "ejercito de míes" (Army of me), se desdobla y multiplica. Pero en nuestra poeta la disonancia y lo multiple no llegaron a manifestarse en esplendor festivo, exótico, o de reivindicación fina, dulce y ambigua de lo plural (propio o impropio) como en la cantante trip-pop islandesa. En nuestra poeta, el ejército de míes estaría formado por muchas Janis Joplin; y no sería un ejército, sería una guerrilla, unos vietcongs de la mente. También unas lobas en lo profundo del bosque, aullando. Escribe Alejandra para una Janis recién muerta en 1972: A cantar dulce y a morirse luego. / No: / a ladrar. / así como duerme la gitana de Rousseau. / así cantás, más las lecciones de terror. / hay que llorar hasta romperse / para crear o decir una pequeña canción, / gritar tanto para cubrir los agujeros de la ausencia / eso hiciste vos, eso yo. / me pregunto si eso no aumentó el error. / hiciste bien en morir. / por eso te hablo, / por eso me confío a una niña monstruo. Las comparaciones con estas manipuladoras sónicas no son caprichosas, porque para nuestra poeta, el problema es, principalmente, musical. Música, Disonancia y Silencio.

¿Y la noche no funde, el mar no funde? Esos fueron deseos del poema, de su silenciante música, más de una vez: que termine el egoducto y que comience un mar, una linda brisa nocturna, un balneario de las uniones posibles. Y entonces: ¿por qué esta  guerra interna en donde vemos relativamente poco el enfrentamiento, la batalla en sí, y vemos mucho sus ruinas automáticas? Los polos ezquiso y paranoicos, aquí, revientan en la tensión de un pretérito hueco. Eso duele, tanto como una de esas ruedas con las que estiraban/torturaban a las brujas (ese hueco es la información que no está y que el inquisidor quiere saber). La bruja es la loca, la loca es la bruja, y esto lo sabe de sobra nuestra poeta; la poesía se desespera: Me van a morir (¿Otra suicidada por la sociedad?).

Ella se pregunta si no habrá sido un error cubrir los agujeros de la ausencia. Mmmm. Si es por buscar el error en el destino de nuestra poeta, volvemos a lo dicho en la fábula supuesta del principio: No insistió con la persecución de la persecución, no continuó con el viaje, con la multiplicación de los lugares. Donde vio agujeros de la ausencia, bien pudo preferir ver (oír) los pasadizos, los túneles subacuáticos,  a un mar navegable, reemprender el viaje. Seguir. Seguir.

De hecho, la propuesta estuvo. La Bucanera de Pernambuco o Hilda la Polígrafa ¿qué es?, ¿conjunto de prosas deformes?, ¿novela?, ¿juntadero de papelera ezquiso?, ¿poema desborde? Para nosotros, una posible salida, del sufrimiento y de las ganas de morirse, además de una de las más chispeantes novelas malditas de la literatura argentina (sea lo que sea esto último) junto con Tadeys, de Osvaldo Lamborghini. La Bucanera Hilda reemprende la marcha. Es casi el reverso de la Janis loba rota que se aturde con sus aullidos en el borde del bosque hasta su triste oclusión. Ella podría haber transformado a esas sombras que golpean, (nada sino golpes / y se ha llorado...), que aparecen en los poemas de Textos de Sombra (ese conjunto de poemas de edición póstuma escrito por la caperusita loba triste del bosque), en la tripulación trashumante y bocafloja de la embarcación de Hilda la Polígrafa. Ahí estuvo su batalla fría final: Hilda o Sombra. Dos replicas de nuestra poeta con forma de umbrales.

Quizás, la cosa fue el lado del que se ubicó con respecto a lo que es Buscar: No es un verbo sino un vértigo. No indica acción. No quiere decir ir al encuentro de alguien sino yacer porque alguien no viene.

Es invitada a ir nada más que hasta el fondo. Una vez más, finalmente y para siempre, se anochece. Ahora más que nunca, la noche. La noche soy y hemos perdido. / Así hablo yo, cobardes. / La noche ha caído y ya se ha pensado en todo. Elige yacer con Sombra. No saldrá por los mares a buscar tesoros con Hilda, ni a multiplicarse en sus propios Viajes de Gulliver en plan de farra. El de su voz es un recuerdo que me hace perder el conocimiento frente a esta conjunción celeste y verde de mar y cielo / Yo preparo mi muerte, dice. ¿De quién es esa voz que la hace perder el conocimiento, rechazar el viaje bucanero y preparar su muerte?  No sabemos, talvez no importe. Sólo su voz, o una voz.  Y nada será tuyo salvo un ir hacia donde no hay dónde.

En septiembre de 1972, el día 25, nuestra poeta, la maquina literaria denominada Alejandra Pizarnik, se apagó voluntariamente. En su cuarto de trabajo se encontraron unas... raras plegarias (criatura en plegaria, había escrito). En un papel, sobre su mesa, se lee: En el centro puntual de la maraña / Dios, la araña.  Y en un pizarrón, escrito con tiza: Criatura en plegaria / rabia contra la niebla...Y también: Escrito / en / el/ crepúsculo...y después, más abajo: Oh vida / oh lenguaje / oh Isidoro...Se refiere a uno de los poetas que siguió al bosque, al fondo de la noche, Isidore Ducasse, llamado el conde de Lautréamont. Así, con sus maquillajes de ausentes, tal vez se encuentren, por fin, en el fondo de un silencio lejano.

5 comentarios:

  1. Estaba lenyendo tu perfil (nunca lo había hecho) y leí hasta lo último y me encontré con la huevada más genial en simples palabras: "leer es hablar con los muertos", si salió de tu cabeza, eso quiere decir que tú puedes ser uno de los corazones púrpuras que ando descubriendo pobremente y cubre mi teoría que no estoy tan mal como creen todos.
    Escucho Mogwai ¿conoces la banda? te recomiendo que la escuches, es una masacre de sonidos, muy buena.
    La Pizarnik, me recuerda a un pasado estrepitoso, a un desprendimiento de amor, suena cursi la tontera, pero la cursilería de una pseudopoeta o pseudaescritora, no es más que la cursilería pintada de carmesí y no rosa.
    Ambos caminamos temprano.
    Un abrazo. Adiós nuevamente, vecino.

    Atte.
    Gabriela.

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  2. Cool, yo tengo dos discos de ellos y vienen a Chile este año, que sin duda, con tormenta o con un sol desértico, no frenará mi menudo cuerpo, para ir a su encuentro en Santiago city ¿Haz escuchado Explosions in the sky? otra banda que destruye el alma a gritos.
    En su paseo, cuando ya esté en la azotea de cualquier lugar, déjame un espacio, para sentarme ahí ¿ok? :)
    Insisto, no volveré a despedirme, je.

    Atte.
    G.

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  3. Necesito leer esto... pronto, pero no tengo tiempo, tengo un examen mañana. Quizás lo lea mañana, o pasado, o quizás cuando.

    Te desenmascaro y digo que estudiaste letras.

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  4. Ya tenía todo listo para comentar y todo lo que había escrito se fue, maldito internet o maldito computador o ambas tecnologías malditas. Siento ira, las cosas se me van así como así, de las manos, de la vista, del espacio, etc., lo peor es que de la memoria no se me va nada.
    "Existimos porque nos piensan y no al revés" ¿verdad?
    Un abrazo de oso desnutrido.
    Adiós, vecino y avísame cuando el paseo en alturas sea nocturno. Soy más nocturna que diurna.

    Atte.
    G.

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  5. juro que yo comenté acá y ahora desapareció lo que había comentado... cosa e' mandinga

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